martes, 30 de julio de 2013

Nadando con delfines

Hola hijo. Hoy quiero recordarte esta experiencia que recién tuvimos hace poco, para ser justos el pasado
26 de julio. ¡Nadaste con delfines!

Dicen que el nado con delfines es una terapia muy buena en ciertas condiciones y para ciertas situaciones
como la tuya. Pues de regreso de Valle decidimos tu madre y yo llevarte al balneario Splash que está en
León, Gto. Estabas muy emocionado de ir, pues te encantan los balnearios. Ya estando ahí barajamos la
posibilidad de que nadaras con los delfines. Debo decirte que es un evento relativamente caro, pero
en aras de tu bienestar lo hicimos posible.

Llegó el momento en que nadarías con ellos. Te llevaron aparte para explicarles a los participantes cuales eran las reglas y que deberían de hacer y que no hacer. Tu estuviste muy atento a las explicaciones.
Tu mamá entró contigo a nadar con los delfines y te acompañó en el proceso. Internamente (te lo confieso)
me dieron celos de no poder hacerlo yo, pero por otro lado creo que la experiencia era muy buena para
ambos.

Entraste en la alberca y acariciaste al delfín. No tengo palabras para expresarte lo que yo sentía en esos
momentos, al verte tan entregado al proceso. Con que cuidado acariciaste al animal, lo abrazaste, le
tomaste las aletas y nadaste con él.

Luego escuchaste su canto por debajo del agua. Creeme hijo que mi corazón estaba enchido de gozo al verte así, tan atento a lo que pasaba. Luego repitieron el nado y finalmente terminó. Todo esto se llevó a cabo por espacio de casi una hora. Pero creeme cuando te digo que el tiempo para mi no corrió, porque disfruté tanto el verte así que parecía muchísimo tiempo más.

Gracias por permitirme vivir esa experiencia contigo hijo mío.

Te amo.

Papá.

jueves, 25 de julio de 2013

Tu viaje a Valle

Hola hijo. Hoy quiero platicarte tu viaje a Valle tu solo. Bueno, "tu solo" es un decir fuiste con tu abuela... tu "Ela" como siempre le has dicho. Tus hermanas fueron invitadas a los Estados Unidos por una de sus tías y yo tenía que trabajar mientras tu madre las llevaba a su viaje. La solución perfecta para que te cuidaran en nuestras ausencias era, por supuesto, tu Ela. Solo que había un pequeño inconveniente. Tu Ela estaba en Valle y nosotros en Zacatecas.

La solución perfecta vino de tu abuela. Ella vendría por ti y te llevaría en un viaje de descubrimiento (al menos para ti) en camión. El día de tu partida no pude ir a llevarte a la central para verte partir, pero tu abuela me platicó como estuvo. Te portaste de maravilla y de hecho te fuiste dormido buena parte del camino. Al llegar a Valle te tocó un clima lluvioso, por lo que pasaste la mayor parte del tiempo dentro de la casa, platicando con tu "nina Yoy" y jugando con tu Ela. Me platicó que te llevó un día a la Alameda y que jugaste en los brincolines.

Cada día te llamé para escucharte porque no te imaginas el bálsamo que es escuchar tu vocecita. Te extraño mucho, hijo. Cuando me contestas el teléfono y escucho tu "¡Papi! ¿Donde estás?" se llena de gozo mi corazón. Me hace mucha falta escucharte y jugar contigo.

Espero que hayas hecho tu costura, hijo. ¿Sabes? Esa costura es parte de tu formación Scout, para que
puedas obtener tu insignia.

Te amo hijo.

jueves, 13 de junio de 2013

Haciendo la tarea

Hola hijo. Hace mucho que no escribía estas líneas para ti. He estado un tanto ocupado y no he podido tener el suficiente tiempo para hacerlo. Éstas (las de hoy) serán pocas, sin embargo quiero plasmarlas antes de que se me olvide lo que pasa.

Hace un rato estuvimos haciendo tarea, como todos los días. Hoy tu tarea trataba de género y número. Como recordarás género trata de masculino y femenino y número trata de singular y plural.

Al iniciar la tarea yo empecé a explicarte (eso sí, como todo un sabihondo) el género. Recuerdo que te dije:

- Mira hijo. Género se refiere a hombre o mujer. Si es hombre se dice "masculino", ¿entiendes?
- Sí, papá.
- ¿Y si es mujer, cómo se dice?
- "Menosculino", papá.

No te imaginas cómo me aguanté la risa para no distraerte, porque lo dijiste con una seguridad que me desconcertó. En tu cabecita estabas seguro de que esa era la respuesta correcta.

Te amo, hijo mío.

Tu papá.

13 de junio de 2013.

martes, 23 de abril de 2013

Las cosas que hace uno por sus hijos

Hola hijo mío.

Hoy quiero platicarte sobre las cosas que llega uno a hacer por ustedes, nuestros hijos. A lo largo de los años te vas dando cuenta de que dejas de hacer cosas y cosas por pasar más tiempo con ustedes, sacrificando libertad, amistades, fiestas, etc. Y no te lo digo porque me esté quejando de ello, te lo comento porque es la realidad y quiero que llegado el momento lo entiendas.

En lo particular quiero comentarte lo que acabo de hacer recientemente. Como bien lo sabes, desde hace casi un año estás integrado al Grupo 1 "Fuego Nuevo" de los Scouts en Guadalupe, Zac. Te integramos ahí porque necesitábamos que socializaras más con niños de tu edad, pues no querías hacerlo. Además necesitabas de otro tipo de disciplina, para complementar la que tienes en casa.

Durante este tiempo te había estado vigilando (de alguna manera) para ver que tu avance fuera completo, y sobre todo, porque como papá preocupado que soy, me sentía extraño al no saber si estabas bien o si por el contrario estabas solo. Cuando llegábamos al parque a reunirte con tu grupo, me quedaba cerca para echarte el ojo. Igualmente tus hermanas están en el mismo grupo, por lo que también aprovechaba para echarles el otro ojo.



Al paso de los meses los dirigentes me pedían que me integrara al grupo, pues según decían "solamente me hacía falta ponerme el uniforme". A los campamentos íbamos tu madre y yo como papás de apoyo. Sobre todo contigo y tu manada.

Finalmente el pasado 14 de abril tomamos la decisión de unirnos al grupo. Como recordarás salimos ese mismo día rumbo a Aguascalientes para comprar nuestros uniformes, tu madre a la dirigencia y yo a la tropa. Posteriormente dio inicio esta nueva etapa en nuestras vidas. El 20 de abril me incorporé oficialmente a la tropa, como scouter.

Quiero decirte hijo mío que para mi ha sido de entrada algo difícil dar este paso, y te platico por qué. Mi formación juvenil se dio en el Pentathlón Deportivo Militarizado Universitario (PDMU). Digamos que los Scouts y el Penta son casi casi enemigos naturales, jeje. Y aún cuando en mis mocedades me invitaron a unirme precisamente a este mismo grupo (tendría yo unos 15 años), jamás me imaginé que un día usaría el uniforme y me podría los pantalones cortos.

Y ¿sabes por qué lo hice? Porque te amo. Porque amo a Leonor y a Cristina. Por eso. Porque sé que podemos hacer grandes cosas juntos y se que mi experiencia puede ser mejor transmitida a ustedes así, que por otros medios. No te lo niego, ha sido difícil el tomar la decisión y el compromiso que conlleva, pero por ustedes lo hago. He tenido que "sacrificar" más cosas con esta decisión, pero no me arrepiento.

Te amo.

Papá.

23 de abril de 2013.

jueves, 11 de abril de 2013

Como has cambiado

Hola hijo. Hoy quiero comentarte cómo has cambiado a lo largo de este tiempo.

Recuerdo que al principio, cuando no sabíamos que te pasaba, que eras introvertido, encerrado en tu mundo. Cuando tenías tus crisis te encerrabas en ella, llorabas, gritabas, te pegabas, pero aún así no podíamos entenderlo. Hablabas muy poco, si acaso "Sí" y "No". No había manera de que expresaras todo lo que sentías, menos tu frustración.

Ahora que han pasado los años he visto cuanto has cambiado. Ahora es más fácil para ti expresar lo que sientes que antes.

Sin embargo, esto ha sido un proceso lento y en ocasiones doloroso. Cuando empezaste a ir a los caballos tu lenguaje cambió y se incrementó. Empezaste a manejar más palabras y a establecer un diálogo más coherente con lo que sucedía, aunque aún así no era totalmente completo. Lo bueno de esto es que ahora podías unir tres o cuatro palabras para poder dar a conocer una idea.

Al paso del tiempo has utilizado diálogos de películas para expresarte. Recuerdo bien que utilizabas los diálogos de Max Steel, de Dora la exploradora, más recientemente los diálogos de Ralph el demoledor. Sin embargo, a veces este tipo de diálogos no han sido del todo completos para expresarte, ocasionando que a veces no te entendamos exáctamente lo que quieres decir.

Pero, hace poco, cuando estuviste con tu mamá en Cuernavaca, la verdad me sorprendí cuando hablé contigo el día que se regresaban. Te pregunté "¿Qué haces, hijo?" y me contestaste: "Quiero papas con limón. Necesitamos ir a un oxxo donde las venden y comprarlas." La verdad es que sí fue una sorpresa escucharte decir todo eso, porque apenas una semana antes me habrías dicho algo así como "Quiero papas con limón."

Poco a poco avanzamos hijo. A veces me desespero porque quisiera que esos avances fueran astronómicos, pero resultan en ocasiones microscópicos. Tenme paciencia, hijo. No se como ser un buen padre, hago lo que puedo. No fui a una escuela para que me enseñaran a ser padre, y menos padre de un hijo especial. Sólo se que te amo y que eso me da las fuerzas para seguir intentándolo una vez más.

Tu papá.

11 de abril de 2013

miércoles, 10 de abril de 2013

A veces me enojo...

Hola hijo. Hoy quiero escribirte sobre algo que apenas nos ha ocurrido a ti y a mi esta mañana.

Quiero que sepas que a veces me es muy difícil entenderte, y me dejo llevar por mi enojo al no saber como poder tratarte. Hoy por la mañana estoy consciente que te levanté más temprano que de costumbre y que tu querías dormir un poco más.

Al levantarte para vestirte me decías "¡Pero yo quiero dormir!" y poco a poco me dejé llevar por la frustración y reaccioné dándote un grito. Me arrepiento de ello hijo, a veces no tengo idea de cómo poder transmitirte mis deseos.

Espero que un día me entiendas y perdones a este tipo que no sabe en ocasiones como dirigirse a ti. Sólo recuerda que te amo infinitamente.

Tu papá.

10 de abril de 2013

martes, 2 de abril de 2013

Tu y la frustración

Hola hijo mío. Hoy quiero platicarte cómo ha sido tu batalla por aceptar y tolerar la frustración. ¿Sabes? Hay veces en que algo no nos sale y tenemos que aceptar que no siempre podemos hacer las cosas, o simplemente perder. En tu caso es difícil aceptar o tolerar esto.

Cuando el Doctor Hidalgo (tu Paido) nos dijo que en tu caso era algo difícil aceptar esto, al principio no entendía por qué era. Y menos entendía tus reacciones cuando te decíamos que no podías hacer tal o cuál cosa. Te enojabas, gritabas, llorabas, etc.

Al paso del tiempo hemos entendido que, en tu mundo especial, la palabra "NO PUEDO" no existía. En realidad hemos sido nosotros, tus padres, quienes la hemos grabado en tu mente. Te hemos querido tratar como alguien más allá de lo especial y limitamos tus capacidades.

Justamente ayer, tu madre me llamó para decirme que habían ido a jugar golf miniatura en Cuernavaca (¿recuerdas ese viaje?) y que tu, como habías perdido estabas hecho un mar de llanto. Y efectivamente, te escuchaba en el teléfono diciendo "no puedo, no soy bueno en esto". Traté de consolarte, pero no me lo permitiste. Tu madre me dijo que iba a colgar para calmarte y que me llamaba más tarde. Cuando por fin me llamó me dijo que tuvieron que jugar de nuevo y solamente así pudiste "ganar".

En la noche me quedé pensando en esto. ¿Hasta donde es bueno permitirte "ganar"? Entiendo que para ti es difícil aceptar que no pudiste hacer algo, e incluso el concepto de "no pude, pero lo intenté" no es totalmente válido en tu mente. Tu quieres ganar. En parte eso es bueno, pero también necesitas aprender que no siempre se puede hacer esto.

¿Cómo puedo ayudarte a tolerar la frustración? Creo que hacemos lo que podemos, lo que nuestro raciocinio nos indica: abrazarte, calmarte, pero a veces siento que caemos en el apapacho extremo. No lo hacemos porque no te queramos, lo hacemos porque no sabemos bien como ayudarte.

Te amo, hijo mío,

Tu papá.

2 de abril de 2013

lunes, 11 de marzo de 2013

Tú y la muerte, hijo mío.

Hola hijo. Han pasado bastantes días desde la última vez que te escribí algo, y ha sido porque los recientes acontecimientos no me habían permitido hacerlo. Por esa razón, hoy quiero hablarte de ellos precisamente, de la muerte de nuestra querida Mely.

El pasado 25 de febrero se nos adelantó en el camino nuestra preciosa Mely. Tu bisabuela, "tu Mely" como le decías. Recién una semana antes me tuve que ir a verla porque la habían internado, hijo. Fui y la vi, al principio mal, pero poco a poco se mejoró, la sacamos del hospital y la llevamos a la casa. Esa semana mejoró considerablemente, aún con todo, sin embargo, el lunes 25 de febrero de 2013 Mely se fue con los angelitos. Recuerdo que tu Ela me llamó temprano para avisarme de la muerte de Mely. Las piernas se me doblaron porque, a pesar de estar esperando ese momento desde hace varios años, nunca quise que llegara finalmente. Es ley de la vida, pero nunca estás lo suficientemente preparado para ello.

Llamé a tu mamá para avisarle y juntos lloramos. Luego ella fue por tus hermanas y por tí a la escuela para irnos todos a Valle. De camino te fuimos preparando para que aceptaras el hecho de que Mely ya no estaría físicamente con nosotros, y te dijimos que estaría en tu corazón siempre. Esa es la verdad, hijo. Físicamente Mely no está con nosotros, pero está en nuestros corazones, y recuerda que solamente se muere lo que se olvida.

Cuando llegamos a Valle y la viste en su ataúd, recuerdo que dijiste "Está dormidita". Luego te acercaste y dijiste "No te preocupes, Mely. Estás en una crisálida y te estás preparando para que te salgan tus alitas de angelito".

Fuiste mucho más fuerte que yo, hijo. Yo me quebré ante la muerte de Mely. Sin embargo tú lo tomaste con una naturalidad que te envidio. De verdad, quisiera poder tomar tus ojitos y ver por tan solo 5 segundos el mundo como tú lo ves.

Han pasado ya dos semanas desde entonces, y sí es cierto que me has preguntado "¿Y Mely? No quiero que se vaya". Pero a pesar de eso, sigues siendo fuerte, y enseñándome que yo también debo serlo.

Te amo, hijo mío.

Papá.

11 de marzo de 2013

miércoles, 20 de febrero de 2013

Tu y la escuela

Hola hijo. Hace algunos días que no escribía nada en este blog. La verdad es que como tu sabes tu bisabuela estuvo enferma hace unos días y me fui  a ayudarles en Valle. Ahora sí, ya más tranquilo, puedo seguir escribiendo unas cartas más para ti.

¿Cómo ha sido tu vida académica? ¿Cómo te has portado en la escuela? ¿Qué es lo que haces ahí?

Hijo, esa ha sido una de mis preocupaciones. No espero que seas de los alumnos que sacan dieces todo el tiempo, sólo espero que obtengas las habilidades necesarias para cuando yo ya no esté. Ese es mi principal temor.

Afortunadamente te has topado en tu vida con personas que te han ayudado muchísimo y que nos han ayudado contigo. Prácticamente no ha habido nadie que se resista a tus encantos. Tienes ese don de gentes. Pero no me quita la preocupación.

¿Sabes? El día que me leíste una palabra completa lloré de felicidad como hacía mucho no lo hacía. Verte avanzar así, con esos pasos que a veces me desconciertan me dan la fuerza para seguir adelante. En la escuela a veces eres enojón, gruñón y grosero. Pero entiendo que es parte de este proceso.

Diariamente cuando te llevo a tu escuela decimos nuestro mantra: "¿A qué vamos a la escuela? A trabajar y estudiar, a aprender y a obedecer, y no queremos quejas y apuntar mi tarea". Así hemos avanzado hijo. Luego, a medio día cuando voy por ti, llegando a casa lo primero que hacemos es la tarea, de esta manera me aseguro que cumplas. No te lo niego, hay veces que quisiera no hacerlo porque mi tiempo (o mi ventana de tiempo) para comer es de apenas una hora, y con la tarea nos tardamos a veces hasta 45 minutos o incluso más. No me da tiempo de comer, y sin embargo lo hago, porque te amo. Porque prefiero ayudarte con eso que comer yo. Hace mucho tiempo que dejé de pensar en mi para pensar en ustedes, mis hijos. Te amo.

Zacatecas, Zac. a 20 de febrero de 2013

Papá.

lunes, 11 de febrero de 2013

Los caballos y tu

Hola hijo mío.

Han pasado algunos días desde la última vez que escribí algo en este blog. Trato de ordenar mis recuerdos y pensamientos, pero la verdad me pierdo entre tantos, así que mejor los escribiré conforme vayan llegando a mí.

Hoy quiero platicarte tu experiencia con los caballos. Resulta que en el kínder en el que estabas (el Cendi Arcoiris) llevaron a tu grupo a una finca ubicada en Tacoaleche, a ver unos caballos. Cuando regresaron del viaje nos platicaron que te la habías pasado de maravilla, así que decidimos contactar a las personas del rancho e informarnos sobre la equinoterapia. Fue algo chusco hijo, porque resulta que las personas (Rosy y Héctor) eran amigos de tu mamá y de tu tía Faby, pero no lo recordaban, así que cuando fuimos a llevarte allá les hablamos por teléfono porque no dábamos con el lugar y en la llamada tu mamá y Héctor eran todo propiedad ("no se preocupe, señora, ahorita voy por ustedes", "ay, gracias señor, muy amable") y cuando se vieron dijeron "¡Que onda tú!"

Total que llegamos al rancho y tu carita se iluminó al ver a los caballos. Te confieso que mi temor era mayúsculo al verte montando aquellos animales tan grandes comparados contigo, al verte correr entre las plantas y los árboles, pensaba en mi interior "se va a lastimar". Pero Héctor me decía "déjalo". Me costó mucho el soltarte poco a poco.

A partir de ahí iniciamos una etapa fabulosa para tí. Montabas primeramente al "Canelo", pero después Héctor decidió que era mejor que montaras al "Chihuahua", un poco más grande que el otro y más joven. Al principio "Chihuahua" no quería que lo montaras, se encabritaba un poco, pero después de un tiempo se hicieron grandes amigos. Recuerdo que una vez lo montábamos tu y yo y te dije "cántale algo a tu amigo Chihuahua" y empezaste a improvisar una canción que decía "Chihuahua, eres mi amigo, eres bien listo, eres bien guapo" y desde entonces esa fue su canción.

Héctor se convirtió en tu amigo y tu cómplice. Gracias a él avanzaste muchísimo hijo. Cuando te ponía a saltar los obstáculos mi corazón se estremecía, pero con su guía lo hacías muy bien. Tus hermanas tomaron las clases de equitación al mando del Mayor, el papá de Héctor, muy rígido (al fin militar) y créeme que se las traía cortitas. Tu mientras tanto lo hacías con el Capitán. Me encantaba verlos a los dos montar, tu confianza, tu energía. Al principio cuando terminaba la sesión subías al coche y caías rendido. Te veía dormir, con esa placidez que tantas veces he envidiado.

Así pasó el tiempo hijo, y montaste en todos los caballos de ellos. Rosy también nos ayudó en tu avance. A veces tu mamá te llevaba al rancho, pero por lo general era yo quien los llevaba.

Ojalá recuerdes esos momentos, hijo mío. Yo, al menos, los atesoro en mi corazón.

Te amo.

Zacatecas, Zac. a 11 de febrero de 2013

Tu papá.

sábado, 2 de febrero de 2013

Kínder

Hola hijo mío. Hoy quiero platicarte cómo fue tu ingreso a otra escuela, después del desastroso experimento en la guardería del ISSSTE. Lamento que mis comentarios a veces no lleven el orden en el que sucedieron, sucede que de pronto me vienen a la mente y quiero plasmarlos antes de que se me pase o queden relegados. Cada momento vivido contigo es un momento único, la cosa es que tenemos miles y miles de momentos, hijo de mi vida.

Pues como te decía, después de lo sucedido en la guardería del ISSSTE estuvimos analizando que pasaría con tus estudios. Mientras tanto, visitamos doctores y doctores buscando un diagnóstico. La verdad hijo mío es que quería saber que te pasaba, pero cada quien tenía una opinión diferente de tu situación. Un doctor decía que sólo eras un apapachado. Otro decía que padecías síndrome de Asperger, otro que no, que era autismo, etc. Al final resulta que tu cerebro, al momento de tu nacimiento no recibió el suficiente oxígeno y presentabas inmadurez cerebral. Además se sumó el hecho de que, como nadie le atinaba, el diagnóstico es "Déficit generalizado del desarrollo NO especificado", que para mi gusto quiere decir "no sabemos que diablos tiene tu hijo, pero algo tiene".

Una de las recomendaciones que nos hicieron era que, si queríamos que estudiaras en una escuela, deberías de contar con el apoyo de un monitor, es decir, una persona que se encarga de ayudarte. Lo que sucedía es que tu mismo no querías estar ahí. Llegábamos a la escuela y de inmediato llorabas, te escondías abajo de las mesas, no querías trabajar, descargabas tu coraje con tus compañeros, etc. ¡La de veces que tuvimos que aguantar los reproches de otros padres de familia! Y con justa razón, hijo. Pero todo se debía al desconocimiento que se tiene de situaciones como la tuya.

Como padre, créeme que te he defendido en todas partes. Fue precisamente en ese kínder donde tuve una alegría enorme contigo. Para un festival, no recuerdo que festejaban, si era el 10 de mayo, el día del padre o que carambas era, el caso es que bailaste "Macho Man" de Village People. Mi corazón no cabía en sí de gozo de verte bailar con tus compañeros. Lloré de alegría al verte ahí, baile y baile, caracterizado. Poco a poco hemos avanzado, hijo mío. Hay ocasiones en que me llega la desesperación porque quisiera ver que tus avances fueran más rápidos, pero tengo que hacer lo que tu mismo me dices "dalay, papá".

Ahora mismo que estoy escribiendo esto te estoy viendo, hijo mío. Estás viendo uno de tus programas favoritos en la tele, y yo estoy aquí, a tu derecha, escribiendo. Me quedo arrobado viéndote. Te amo infinitamente, hijo mío.

Zacatecas, Zac. a 2 de febrero de 2013

Tu papá que te ama.

viernes, 1 de febrero de 2013

El descubrimiento

Hola hijo mío. Hoy te quiero contar una historia un poco diferente. Mi intención es que, el día que tu la leas comprendas un poco a tu mamá y a tu papá y por qué reaccionamos así y todo lo que hemos hecho.

Fue apenas hace unos pocos años cuando en uno de los constantes ires y venires en busca de respuestas llegamos con una gran amiga, Alejandra. Ella se especializaba en atender casos de niños y niñas con capacidades diferentes, principalmente en el lenguaje. Durante ese tiempo que estuviste bajo su cuidado, sí observamos algunos cambios. Aparentemente eran pequeños, pero significativos. Sin embargo, nuevamente fueron detalles de prueba y error. Ella nos ayudaba con tu lenguaje, y en esas nos sugirió que probáramos con una técnica nueva que tenía como diferencia el uso de una dieta baja en sales, carbohidratos, etc. Además se complementaba con ejercicios para estimular tu desarrollo.

Al principio esas sesiones de ejercicios fueron una tortura, tanto para ti como para nosotros. Como no tolerabas que te tocaran el pelo o tu cuerpecito, el obligarte a que hicieras las series de coordinación se convertía en el peor momento del día para ti. Mi corazón se estrujaba al escuchar tu llanto, pero tenía que hacerme el fuerte para que lo hicieras, muchas veces forzando tus piernitas para que las movieras. La dieta al principio también pareció ayudar, pero al paso del tiempo nos dimos cuenta de que el avance era muy poco.

Sin embargo, una cosa buena salió de ahí. Hicimos contacto casi milagrosamente con un excelente doctor, un Paidopsiquiatra ("el paido") que nos mostró un mundo nuevo. Nos enseñó que tu no eras diferente, al contrario, que eras especial. El Dr. Ricardo Hidalgo desde el inicio se ganó tu amistad. No te mentiré hijo al decirte que a veces sentía como que no avanzábamos. Te recetó haloperidol para tu comportamiento, y carbamazepina para ayudarte a socializar. Poco a poco, y nuevamente a base de prueba y error cambió tu medicamento por risperidona y te quitó el haloperidol. En esos tiempos, tu comportamiento inició un cambio, y nosotros, tus padres, entendimos que necesitábamos hacer un equipo para apoyarte. Ese equipo se conformaba con tu terapeuta del lenguaje (Alejandra), tu paido (Dr. Hidalgo), tu escuela y nosotros.

Hoy seguimos aún con tu tratamiento y, ¿vieras, hijo? Has tenido muchísimos cambios. Posteriormente te platicaré de ellos. Hoy sólo quería comentarte que, a pesar de todo esto, te reconozco como todo un guerrero. Nunca te has dado por vencido.

Te amo, mi Rafaelote.

Zacatecas, Zac. a 1 de febrero de 2013

Tu papá.

jueves, 31 de enero de 2013

Creciendo, poco a poco

Hola hijo. Esta es la tercera carta que te escribo en un solo día. La verdad es que, en el momento en que me decidí a iniciar este proyecto, no pensé que los recuerdos llegaran a cientos en tan poco tiempo. Me faltan manos y minutos para escribir y escribir.

Recuerdo cuando llegó el momento en que debías de ir a la guardería. Tu "Ela" te cuidaba en su casa y, cuando le dijimos que entrarías a la misma guardería de tus hermanas, puso el grito en el cielo. No quería que te fueras a ese lugar, no tan pequeño. Nosotros, por una parte lo hacíamos porque sentíamos que necesitabas socializar más, te veíamos un poco introvertido, casi no hablabas y todo lo pedías con señas. Mucha gente nos decía que "te teníamos muy apapachado" por ser el único varoncito.

Total que, de buenas a primeras llegó el día en que te tenías que ir. Recuerdo que tu mamá te vistió muy guapo para la ocasión y, por la hora que era, te llevé yo. Llegamos a la guardería del ISSSTEZAC y pasamos a lo que sería tu primer salón en tu vida. Mi corazón experimentaba dos sensaciones distintas al mismo tiempo. Por una parte sentía mucho orgullo al verte ahí, llevando en tu espalda tu pequeña mochila, y por otro lado sentía un dolor indescriptible.

Lamentablemente esa experiencia no fue del todo satisfactoria. Es cierto lo que dicen: lo que a algunos les funciona a otros no. A tus hermanas, el ir a la guardería fue una experiencia muy buena y enriquecedora. En tu caso fue todo lo contrario. Ahora, mirando al pasado y sabiendo lo que sé, me doy cuenta de que fue una mala idea. Esa experiencia tan traumatizante aceleró la aparición de "tu problema". Las maestras, dicho sea de paso, tampoco ayudaron mucho a ello. Te exigían que te comportaras como un niño de tu edad, sin saber (ni nosotros) que tu inmadurez cerebral estaba ahí, latente, y que sólo necesitaba un empujoncito para declararse.

Fueron días muy difíciles, hijo. Tu llorabas, te escondías abajo de las mesas, llamaban a tu mamá o a mí al trabajo, nos daban quejas, etc. Y nosotros no comprendíamos que pasaba. Todo en tu exterior nos decía que eras un niño como cualquier otro. ¡Que hubiera dado yo por poderme meter en tu cabecita cinco segundos y ver el mundo como tú lo veías! Finalmente, y por todo esto, decidimos sacarte de esa escuela y matricularte en otra. Mientras tanto, fueron visitas y visitas y visitas con doctores, psicólogos, neurólogos, terapéutas, etc. Y nadie, nadie, le atinaba.

Así fuiste creciendo hijo, y con el paso del tiempo ganaste estatura, y al mismo tiempo que tu cuerpecito crecía, nuestros temores y frustraciones también lo hacían. Tu mamá te llevó a ver doctores cada vez que se presentaba un "síntoma" nuevo. A veces yo mismo me enojaba porque sentía que eso estaba de más, pero luego me enojaba conmigo mismo, porque sentía que no estaba dando todo por tí. Mientras, tu habla era poca, tus emociones, incontrolables.

Te enojabas con facilidad, te golpeabas contra las cosas. En mi interior empezó a sonar una palabra: "AUTISMO". Tus síntomas los reconocía fácilmente, pero me negaba a aceptarlo. "Mi hijo NO es autista. Mi hijo es NORMAL", recuerdo que me repetía una y otra vez. A veces te llegaban tus ataques de sentimiento y llorabas, y llorabas, y te golpeabas con las cosas. Y cuando eso pasaba, mi corazón y mis ojos lloraban contigo. Te abrazaba y te acunaba para calmarte. Te cantaba aquella canción de Guanajuato que dice "las calles están mojadas, y parece que llovió" mientras te abrazaba, y tu llorabas conmigo. Tu mamá no sabía que hacer, ni yo. Simplemente hacíamos lo que sentíamos que era lo correcto, porque NO sabíamos que pasaba en tu interior.

¿Cuantas veces sucedió esto, hijo? Muchas, muchas más de las que quisiera recordar. Pero sucedieron.

A veces era tanta mi desesperación de no saber que te ocurría, que desquitaba mi coraje contigo, gritándote. Pensando que así, te sacaría de ese momento, pero solo empeoraba las cosas, y al rato yo era el que se quedaba en un rincón, maldiciéndome por haberte gritado.

Tu crecimiento ha sido un proceso lento y doloroso para todos, hijo. Pero doloroso porque no hemos sabido (hasta hace poco) a entenderte. Quiero que me perdones por todas esas veces que te grité en mi desesperación. He tratado de ser el mejor padre del mundo para tí, hijito, pero nadie me enseñó a serlo.

Zacatecas, Zac. a 31 de enero de 2013

Tu papá.

¿Qué significa tenerte conmigo?

Hola hijo. Hay tantas cosas que quiero escribir que me da la impresión de que en un solo día quiero llenar ese hueco que he dejado por años sobre tu vida. Hay tantos y tantos recuerdos que necesito ordenar, para no escribir sin ton ni son. Y mientras hago eso, quiero platicarte qué significa para mí el que estés conmigo.

Cada día a tu lado, hijo mío, es un bálsamo ante mi sentir. Hay días en que me siento tan cansado de tantas y tantas cosas, pero al verte sonreir, cuando me haces alguna broma, incluso cuando me mientes, me llenas las pilas de nuevo. Ver tus avances y compartir tus triunfos son motivo de felicidad para este hombre, tu padre.

Tu llegada significó una gran responsabilidad. Es cierto que ya habían llegado tus hermanas Leonor y Cristina antes que tu, y que cada una de ellas significa una responsabilidad en sí mismo. Sin embargo y para no crear especulaciones, la manera de criar a dos mujercitas y de educarlas es muy diferente a cómo criar y educar a un hombrecito.

No te lo niego, a veces me da miedo. Siento miedo ante la incertidumbre de saber si hago o no lo correcto en como guiarte. Trato de hacer lo mejor, hijo mío. Tenme paciencia. A veces no se como hacerlo, o como dirigirme a ti. Se que a veces no te escucho, porque simplemente mi cerebro no alcanza a comprender lo que quieres decirme, y en esos casos ejerzo el derecho sobre la razón. Te pido me perdones si en algunas ocasiones he hecho esto. Es culpa de la inexperiencia como padre. Ojalá nos entregaran a los bebés con un manual de instrucciones, con diagramas con palitos y bolitas para poder entenderlos. Y más en aquellos niños como tu, hijo mío. Niños especiales, índigos, cristal, etc.

Cada día es una nueva aventura. Cada momento es un nuevo conocimiento. Tenerte a mi lado es una de las alegrías más grandes que me ha dado la vida. Verte crecer es uno de los placeres más grandes que he tenido la dicha de disfrutar.

Tenerte a mi lado, hijo mío, también significa una gran preocupación. ¿Sabes? Sé que eres especial, y no alcanzo a comprender hasta que punto lo eres. Para mi tu situación no es una discapacidad, ni un problema. Pero mi misma ignorancia a veces hace que maximice esa situación. A veces quisiera encerrarte en una burbuja y que no te preocuparas por nada. Quisiera solucionarte la vida desde ahorita. Quisiera ser eterno para cuidarte siempre. Pero no puedo hacerlo. Cada día que pasa es un día menos de vida en mí. Me frustra no poder hacer lo que quiero y que no te preocuparas por nada.

Ha habido muchas veces, hijo mío, en que cuando estás dormido, me acerco a tu lado, y simplemente me pongo a llorar en silencio. Es un reclamo silencioso, dirigido a nadie y a todos. Te veo así, dormidito, descansando, suspirando, y quiero creer tus palabras cuando me dices "No te preocupes, todo va a estar bien". ¡Ay hijo, quiero creerte! Quiero tener la fuerza necesaria para aceptarlo.

Por lo demás, hijo, tenerte a mi lado es motivo de orgullo. Te amo infinitamente y por ello, a pesar de todo, sé que juntos lucharemos, brazo a brazo, codo a codo.

En fin, hijo. No quiero entristecerte con estas líneas, solamente quiero compartir un poco lo que significa tenerte a mi lado. Gracias por elegirnos como tus padres. Te amo.

Zacatecas, Zac. a 31 de enero de 2013

Tu papá.

Carta a Rafael Netzahualcóyotl

Hola hijo mío. Tal vez te preguntes por qué hasta hoy, nueve años después de tu nacimiento, me decido a escribir estas líneas y dejarlas plasmadas para la posteridad. ¿Por qué hoy, 31 de enero de 2013, nueve años después de tu llegada hago esto?

La respuesta es muy simple. Porque hasta hoy no estaba listo para compartir contigo mis sentires, deseos, esperanzas, etc. Han pasado nueve años de tu vida, nueve años en los que hemos compartido muchas cosas. Nueve años en los que hemos descubierto tantas y tantas experiencias juntos.

Hace nueve años llegaste al mundo, un 12 de enero precisamente. Debo decirte que tu llegada era esperada con ansias. Cuando tu mamá me dijo que estábamos embarazados por cuarta vez, nunca esperamos que sucedieran tantas cosas. Primeramente porque cuando fuimos a tu primero ultrasonido nos sorprendió el ver que había dos saquitos de gestación ahí. Después de tres embarazos previos, créeme que ya sabía distinguirlos.  Luego de un tiempo ya solo había uno. Nunca supimos la razón de eso, sólo que ahora entendíamos cuán especial eres.

Tu nacimiento fue hasta cierto punto caótico. Tu mamá se puso muy nerviosa el día que tenías que salir a este mundo y fue necesario dormirla totalmente. Te recibí en mis brazos en la misma sala de operación, al igual que a tus hermanas. Pero debido a que venías un poco prematuro, te llevaron a la sala de incubadoras, donde estuviste un tiempito. Recuerdo que mi vista se alegraba tan solo de verte ahí, tan pequeñito, tan frágil, acostadito en la incubadora. Mis ojos se llenaban de lágrimas de ternura. ¡Imagínate! ¡Mi primer varoncito! Decidimos nombrarte Rafael, porque a tu mamá le gustaba ese nombre, y Netzahualcóyotl en honor a dos personajes muy importantes: el Jefe del Imperio Texcocano, Netzahualcóyotl, el coyote hambriento, y en segundo en honor de mi querido tío abuelo, quien curiosamente se llama Netzahualcóyotl Rafael. Por esa razón llevas esos dos nombres. En mi fuero interno soñaba que tu tone, el coyote hambriento te guiara los pasos en tu camino de la vida. Creo que no me equivoqué en eso.

Cuando te bautizamos mucha gente me preguntaba "¿Y por qué ese nombre tan feo?" Y yo les respondía: "Para ver quien es el tarugo que pregunta."

Tu primer año de vida fue algo excepcional. Llegaste a iluminarnos la vida. Tu abuela (Ela, como le dicen tus hermanas y ahora tu) te recibió con el corazón henchido de gozo y de amor. Nos auxilió ese primer año en tu cuidado, pues mamá y papá trabajan. Te cuidó con amor, viendo hasta tu más mínima respiración. También fuiste muy amado por tu bisabuelo Martín, mi abuelo "Papá Tin", como le decíamos. Cuando oraba por las noches siempre decía "Y cuida también a mi amado nietecito, el más grandote."

Tus abuelos maternos, Queta y Nacho también te recibieron con mucho amor. Tu abuela se te quedaba viendo arrobada. Tu abuelo, más seco en sus expresiones casi no comentaba, pero se notaba que al cargarte experimentaba sentimientos muy fuertes.

Tus ojitos poco a poco se acostumbraron a nosotros. Cuando llegaba tu mamá del trabajo se te iluminaba la vista, y cuando yo llegaba me sonreías con tu hermosa boquita. ¡Ay, hijo! ¡Qué hermosos recuerdos!

Hoy escribo estas líneas porque no quiero que esos recuerdos queden solamente en mi interior. Aquí te escribiré lo que pasaste, pasamos y lo que estará pasando cada día. Me tomaré el tiempo para plasmar el pasado, hasta llegar al día actual.

Pase lo que pase, hijo mío, quiero que recuerdes una cosa. Tu padre te ama, por sobre todo. Eres la luz de mis ojos. Eres y serás siempre "mi chaparro hermoso", "mi Rafaelote". Te amo.

Zacatecas, Zac. a 31 de enero de 2013.

Tu padre que te ama.