jueves, 31 de enero de 2013

Carta a Rafael Netzahualcóyotl

Hola hijo mío. Tal vez te preguntes por qué hasta hoy, nueve años después de tu nacimiento, me decido a escribir estas líneas y dejarlas plasmadas para la posteridad. ¿Por qué hoy, 31 de enero de 2013, nueve años después de tu llegada hago esto?

La respuesta es muy simple. Porque hasta hoy no estaba listo para compartir contigo mis sentires, deseos, esperanzas, etc. Han pasado nueve años de tu vida, nueve años en los que hemos compartido muchas cosas. Nueve años en los que hemos descubierto tantas y tantas experiencias juntos.

Hace nueve años llegaste al mundo, un 12 de enero precisamente. Debo decirte que tu llegada era esperada con ansias. Cuando tu mamá me dijo que estábamos embarazados por cuarta vez, nunca esperamos que sucedieran tantas cosas. Primeramente porque cuando fuimos a tu primero ultrasonido nos sorprendió el ver que había dos saquitos de gestación ahí. Después de tres embarazos previos, créeme que ya sabía distinguirlos.  Luego de un tiempo ya solo había uno. Nunca supimos la razón de eso, sólo que ahora entendíamos cuán especial eres.

Tu nacimiento fue hasta cierto punto caótico. Tu mamá se puso muy nerviosa el día que tenías que salir a este mundo y fue necesario dormirla totalmente. Te recibí en mis brazos en la misma sala de operación, al igual que a tus hermanas. Pero debido a que venías un poco prematuro, te llevaron a la sala de incubadoras, donde estuviste un tiempito. Recuerdo que mi vista se alegraba tan solo de verte ahí, tan pequeñito, tan frágil, acostadito en la incubadora. Mis ojos se llenaban de lágrimas de ternura. ¡Imagínate! ¡Mi primer varoncito! Decidimos nombrarte Rafael, porque a tu mamá le gustaba ese nombre, y Netzahualcóyotl en honor a dos personajes muy importantes: el Jefe del Imperio Texcocano, Netzahualcóyotl, el coyote hambriento, y en segundo en honor de mi querido tío abuelo, quien curiosamente se llama Netzahualcóyotl Rafael. Por esa razón llevas esos dos nombres. En mi fuero interno soñaba que tu tone, el coyote hambriento te guiara los pasos en tu camino de la vida. Creo que no me equivoqué en eso.

Cuando te bautizamos mucha gente me preguntaba "¿Y por qué ese nombre tan feo?" Y yo les respondía: "Para ver quien es el tarugo que pregunta."

Tu primer año de vida fue algo excepcional. Llegaste a iluminarnos la vida. Tu abuela (Ela, como le dicen tus hermanas y ahora tu) te recibió con el corazón henchido de gozo y de amor. Nos auxilió ese primer año en tu cuidado, pues mamá y papá trabajan. Te cuidó con amor, viendo hasta tu más mínima respiración. También fuiste muy amado por tu bisabuelo Martín, mi abuelo "Papá Tin", como le decíamos. Cuando oraba por las noches siempre decía "Y cuida también a mi amado nietecito, el más grandote."

Tus abuelos maternos, Queta y Nacho también te recibieron con mucho amor. Tu abuela se te quedaba viendo arrobada. Tu abuelo, más seco en sus expresiones casi no comentaba, pero se notaba que al cargarte experimentaba sentimientos muy fuertes.

Tus ojitos poco a poco se acostumbraron a nosotros. Cuando llegaba tu mamá del trabajo se te iluminaba la vista, y cuando yo llegaba me sonreías con tu hermosa boquita. ¡Ay, hijo! ¡Qué hermosos recuerdos!

Hoy escribo estas líneas porque no quiero que esos recuerdos queden solamente en mi interior. Aquí te escribiré lo que pasaste, pasamos y lo que estará pasando cada día. Me tomaré el tiempo para plasmar el pasado, hasta llegar al día actual.

Pase lo que pase, hijo mío, quiero que recuerdes una cosa. Tu padre te ama, por sobre todo. Eres la luz de mis ojos. Eres y serás siempre "mi chaparro hermoso", "mi Rafaelote". Te amo.

Zacatecas, Zac. a 31 de enero de 2013.

Tu padre que te ama.

1 comentario: