miércoles, 20 de febrero de 2013

Tu y la escuela

Hola hijo. Hace algunos días que no escribía nada en este blog. La verdad es que como tu sabes tu bisabuela estuvo enferma hace unos días y me fui  a ayudarles en Valle. Ahora sí, ya más tranquilo, puedo seguir escribiendo unas cartas más para ti.

¿Cómo ha sido tu vida académica? ¿Cómo te has portado en la escuela? ¿Qué es lo que haces ahí?

Hijo, esa ha sido una de mis preocupaciones. No espero que seas de los alumnos que sacan dieces todo el tiempo, sólo espero que obtengas las habilidades necesarias para cuando yo ya no esté. Ese es mi principal temor.

Afortunadamente te has topado en tu vida con personas que te han ayudado muchísimo y que nos han ayudado contigo. Prácticamente no ha habido nadie que se resista a tus encantos. Tienes ese don de gentes. Pero no me quita la preocupación.

¿Sabes? El día que me leíste una palabra completa lloré de felicidad como hacía mucho no lo hacía. Verte avanzar así, con esos pasos que a veces me desconciertan me dan la fuerza para seguir adelante. En la escuela a veces eres enojón, gruñón y grosero. Pero entiendo que es parte de este proceso.

Diariamente cuando te llevo a tu escuela decimos nuestro mantra: "¿A qué vamos a la escuela? A trabajar y estudiar, a aprender y a obedecer, y no queremos quejas y apuntar mi tarea". Así hemos avanzado hijo. Luego, a medio día cuando voy por ti, llegando a casa lo primero que hacemos es la tarea, de esta manera me aseguro que cumplas. No te lo niego, hay veces que quisiera no hacerlo porque mi tiempo (o mi ventana de tiempo) para comer es de apenas una hora, y con la tarea nos tardamos a veces hasta 45 minutos o incluso más. No me da tiempo de comer, y sin embargo lo hago, porque te amo. Porque prefiero ayudarte con eso que comer yo. Hace mucho tiempo que dejé de pensar en mi para pensar en ustedes, mis hijos. Te amo.

Zacatecas, Zac. a 20 de febrero de 2013

Papá.

No hay comentarios:

Publicar un comentario