lunes, 11 de marzo de 2013

Tú y la muerte, hijo mío.

Hola hijo. Han pasado bastantes días desde la última vez que te escribí algo, y ha sido porque los recientes acontecimientos no me habían permitido hacerlo. Por esa razón, hoy quiero hablarte de ellos precisamente, de la muerte de nuestra querida Mely.

El pasado 25 de febrero se nos adelantó en el camino nuestra preciosa Mely. Tu bisabuela, "tu Mely" como le decías. Recién una semana antes me tuve que ir a verla porque la habían internado, hijo. Fui y la vi, al principio mal, pero poco a poco se mejoró, la sacamos del hospital y la llevamos a la casa. Esa semana mejoró considerablemente, aún con todo, sin embargo, el lunes 25 de febrero de 2013 Mely se fue con los angelitos. Recuerdo que tu Ela me llamó temprano para avisarme de la muerte de Mely. Las piernas se me doblaron porque, a pesar de estar esperando ese momento desde hace varios años, nunca quise que llegara finalmente. Es ley de la vida, pero nunca estás lo suficientemente preparado para ello.

Llamé a tu mamá para avisarle y juntos lloramos. Luego ella fue por tus hermanas y por tí a la escuela para irnos todos a Valle. De camino te fuimos preparando para que aceptaras el hecho de que Mely ya no estaría físicamente con nosotros, y te dijimos que estaría en tu corazón siempre. Esa es la verdad, hijo. Físicamente Mely no está con nosotros, pero está en nuestros corazones, y recuerda que solamente se muere lo que se olvida.

Cuando llegamos a Valle y la viste en su ataúd, recuerdo que dijiste "Está dormidita". Luego te acercaste y dijiste "No te preocupes, Mely. Estás en una crisálida y te estás preparando para que te salgan tus alitas de angelito".

Fuiste mucho más fuerte que yo, hijo. Yo me quebré ante la muerte de Mely. Sin embargo tú lo tomaste con una naturalidad que te envidio. De verdad, quisiera poder tomar tus ojitos y ver por tan solo 5 segundos el mundo como tú lo ves.

Han pasado ya dos semanas desde entonces, y sí es cierto que me has preguntado "¿Y Mely? No quiero que se vaya". Pero a pesar de eso, sigues siendo fuerte, y enseñándome que yo también debo serlo.

Te amo, hijo mío.

Papá.

11 de marzo de 2013