lunes, 11 de febrero de 2013

Los caballos y tu

Hola hijo mío.

Han pasado algunos días desde la última vez que escribí algo en este blog. Trato de ordenar mis recuerdos y pensamientos, pero la verdad me pierdo entre tantos, así que mejor los escribiré conforme vayan llegando a mí.

Hoy quiero platicarte tu experiencia con los caballos. Resulta que en el kínder en el que estabas (el Cendi Arcoiris) llevaron a tu grupo a una finca ubicada en Tacoaleche, a ver unos caballos. Cuando regresaron del viaje nos platicaron que te la habías pasado de maravilla, así que decidimos contactar a las personas del rancho e informarnos sobre la equinoterapia. Fue algo chusco hijo, porque resulta que las personas (Rosy y Héctor) eran amigos de tu mamá y de tu tía Faby, pero no lo recordaban, así que cuando fuimos a llevarte allá les hablamos por teléfono porque no dábamos con el lugar y en la llamada tu mamá y Héctor eran todo propiedad ("no se preocupe, señora, ahorita voy por ustedes", "ay, gracias señor, muy amable") y cuando se vieron dijeron "¡Que onda tú!"

Total que llegamos al rancho y tu carita se iluminó al ver a los caballos. Te confieso que mi temor era mayúsculo al verte montando aquellos animales tan grandes comparados contigo, al verte correr entre las plantas y los árboles, pensaba en mi interior "se va a lastimar". Pero Héctor me decía "déjalo". Me costó mucho el soltarte poco a poco.

A partir de ahí iniciamos una etapa fabulosa para tí. Montabas primeramente al "Canelo", pero después Héctor decidió que era mejor que montaras al "Chihuahua", un poco más grande que el otro y más joven. Al principio "Chihuahua" no quería que lo montaras, se encabritaba un poco, pero después de un tiempo se hicieron grandes amigos. Recuerdo que una vez lo montábamos tu y yo y te dije "cántale algo a tu amigo Chihuahua" y empezaste a improvisar una canción que decía "Chihuahua, eres mi amigo, eres bien listo, eres bien guapo" y desde entonces esa fue su canción.

Héctor se convirtió en tu amigo y tu cómplice. Gracias a él avanzaste muchísimo hijo. Cuando te ponía a saltar los obstáculos mi corazón se estremecía, pero con su guía lo hacías muy bien. Tus hermanas tomaron las clases de equitación al mando del Mayor, el papá de Héctor, muy rígido (al fin militar) y créeme que se las traía cortitas. Tu mientras tanto lo hacías con el Capitán. Me encantaba verlos a los dos montar, tu confianza, tu energía. Al principio cuando terminaba la sesión subías al coche y caías rendido. Te veía dormir, con esa placidez que tantas veces he envidiado.

Así pasó el tiempo hijo, y montaste en todos los caballos de ellos. Rosy también nos ayudó en tu avance. A veces tu mamá te llevaba al rancho, pero por lo general era yo quien los llevaba.

Ojalá recuerdes esos momentos, hijo mío. Yo, al menos, los atesoro en mi corazón.

Te amo.

Zacatecas, Zac. a 11 de febrero de 2013

Tu papá.

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